RECOMENDACIONES DEL ÁREA DE FONOAUDIOLOGÍA

 EXPRESIÓN VERBAL.

·        Con frecuencia, de al niño la oportunidad para que responda oralmente. Aproveche aquellos momentos en que usted considera que él sabe las respuestas y puede contestar con éxito.

·        Estimúlelo a participar en actividades sociales y de grupo.

·        No lo obligue a responder sus ideas, si el niño se muestra incómodo.

·        Estimúlelo a utilizar palabras en lugar de gestos.

·        Cuando el niño se exprese, dele tiempo, no lo apresure.

·        No lo critique cuando habla. Si se expresa en forma incorrecta, hágale preguntas aclaratorias respecto a lo que quiere decir o corríjalo con delicadeza.

·        Cuando el niño se exprese incorrectamente ayúdelo a ordenar sus ideas, con oraciones gramaticales correctas. Para ello repita lo que él dijo pero en la forma apropiada.

·        Cuando presente dificultad al hablar, trate de no incomodarse o impacientarse, trate de ayudarlo.

·        Interésese en lo que el niño expresa, aunque no esté claro ni sea de importancia especial para usted. Recuerde que lo que él dice incluye sus ideas, experiencias, conocimientos y sentimientos. Solo de esta manera el niño logrará aumentar la confianza en sí mismo y animarse a hablar con mayor frecuencia.

·        Alabe honesta y sinceramente todo avance o progreso del niño al hablar.

·        No lo acose con preguntas. Estimúlelo para que converse.

·        Anímelo a que realice descripciones de dibujos, de objetos que se encuentran en el aula de clase.

·        Motivarlo para que realice narraciones de historias, refranes, trabalenguas y retahílas, que le ayudaran a incrementar su vocabulario.

 

AUDICIÓN.

·        Si observa que el niño tiene dificultades para discriminar sonidos, es preciso llevarlo donde un especialista. La dificultad puede o no provenir de un problema físico en el oído y es necesario descartar antes esa posibilidad.

·        Colóquese frente al niño cuando le hable. No se dirija a él si usted está detrás o dándole la espalda.

·        Siempre tenga presente la rapidez con que usted le habla y la cantidad de mensajes que le da al mismo tiempo. Trate de hablarle despacio y decirle una sola cosa a la vez.

·        Cuando el niño no le preste atención, evite regañarlo. Llámelo con una señal y por su nombre. En caso de que la distracción sea muy acentuada, voltéele la cabeza hacia el lugar de donde proviene el sonido que debe escuchar.

·        Cuando el niño presente dificultades para pronunciar una palabra correctamente, pronúnciela despacio y pídale que se fije en los movimientos que usted hace con la boca. Si tiene un espejo, procure que él se vea al decir la palabra.

·        En el aula, el niño debe estar sentado cerca de la maestra, de manera que le sea más fácil escucharla. No debe sentarse cerca de los lugares donde provengan ruidos tales como las ventanas o las puertas.

·        Cuando le explique algo, muéstrele también dibujos gráficos o cualquier ayuda visual que le facilite la comprensión.

·         Evite hablar cuando esté escribiendo en el pizarrón o desde la parte posterior del salón de clase.

·         Hablarle con naturalidad sin exagerar el movimiento de los labios, utilizar una intensidad de voz normal.

 

 EN EL AULA DE CLASE

Todo salón de clase debe reunir unas condiciones auditivo-verbales óptimas pues en el aula regular la mayor parte de la información se presenta por medio de la voz, especialmente la del maestro (Simon, 1985*).

Cuando el ambiente auditivo del aula no es el apropiado, el rendimiento académico de todos los alumnos se ve afectado en forma negativa (Berg, 1987; Elliot, Hammer y Scholl, 1989*).

Cada estudiante tiene que saber diferenciar los sonidos que debe escuchar de los que debe ignorar para reconocer instrucciones y conversaciones relevantes, y para concentrarse en el aprendizaje de conceptos nuevos. Desafortunadamente, no todas las aulas se encuentran especialmente adaptadas para apoyar esta función, por lo que los alumnos deben realizar todas estas tareas auditivas en medio de un gran número de actividades que con frecuencia interfieren con la función auditiva. Además, bajo estas circunstancias también para el profesor resulta sumamente fatigante interactuar con sus alumnos a lo largo del día, pues debe hacerlo en un ambiente ruidoso y con eco.

Algunos estudios demuestran que los alumnos con audición normal entre 10 y 13 años tienen mayor dificultad para reconocer las palabras en ambientes ruidosos que los adultos, y que los niños con pérdida auditiva tienen todavía mayor dificultad (Cru, 1974; Elliot, 1979*). En otras palabras, aprender a escuchar en ambientes ruidosos es una habilidad que depende del desarrollo y es una tarea mucho más complicada para los alumnos pequeños (aún con audición normal) de lo que se sospecha (Anderson y Matkin, 1996*).

La falta de condiciones acústicas apropiadas es un obstáculo para el rendimiento escolar de los alumnos, y si bien los niños con audición normal tienen mayor sensibilidad auditiva que los adultos, no tienen desarrolladas las habilidades necesarias para discriminar la señal del ruido (Anderson y Matkin, 1996*).

Así pues, es necesario reducir el nivel de ruido para que el habla del maestro y de los alumnos (la señal) sea más audible que los sonidos de fondo (ruido).

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